Silvia
tiene doce años cumplidos y hoy es la primera competición oficial de gimnasia
rítmica que realiza. Está un poco nerviosa
a pesar de que sabe que está muy bien preparada ya que ha trabajado
mucho en ello. Durante varios años se ha dedicado a perfeccionar sus
movimientos y a ejercitar todos sus músculos. Tiene una gran flexibilidad y es
una de las mejores atletas que se presentan. Interiormente sabe que puede ser
la ganadora pero aun así se muestra algo preocupada.
Mientras
prepara la mochila para la competición su madre le prepara un buen desayuno:
-
Silvia, no te preocupes. Estoy
segura que con lo bien preparada que estás serás la triunfadora- decía su madre
sirviéndole la leche.
-
Ya lo sé mamá. He
trabajado mucho en ello. Pero ya sabes cómo son las competiciones. Cualquier
cosa puede hacer que me desequilibre y perder puntos que son indispensables
para conseguir los primeros puestos en la clasificación- decía muy poco
convencida Silvia.
Cuando
hubo desayunado recogió su mochila y junto con sus padres y hermanos se
dirigieron al Palacio de deportes que se encontraba a unos kilómetros de allí.
Todas las
chicas atletas estaban ya reunidas esperando sus turnos para demostrar sus
cualidades y el jurado permanecía estático observando todos y cada unos de sus
movimientos.
Un pánico
atroz comenzó a recorrer el cuerpo de Silvia ya que daba comienzo
su actuación.
El
momento decisivo llegó. Silvia salió a la pista de baile. Todo el mundo la observaba
emocionado viendo la perfección de sus movimientos y su gran agilidad.
El jurado
permanecía observándola detenidamente. De repente algo en el calzado de Silvia
la hizo desestabilizarse y de repente tras una pirueta de dos vueltas cayó
irremediable al suelo.
Todos los
asistentes se quedaron sorprendidos y el jurado comenzó a susurrar algunas
palabras entre ellos. Aquellos segundos se le hizo interminables a la pobre
Silvia que no tuvo fuerzas para continuar su actuación y sin tan siquiera finalizarla,
salió corriendo de la pista en dirección a la salida.
Sus
padres y hermanos intentaron salir tras ella, pero Silvia desapareció en
seguida y no fueron capaces de alcanzarla.
-
No puede ser- lloraba amargamente Silvia. No
sé cómo he podido caer , esa pirueta la he practicado cientos de veces. Nunca
más volveré a concursar y pienso dejar la gimnasia rítmica para siempre.
Mientras corría Silvia se adentraba cada vez más en el
bosque que se encontraba a las afueras del pueblo.
-
Odio la gimnasia. He hecho
un ridículo espantoso. Estaba la primera en la clasificación y por esta odiosa
caída..- seguía llorando sin parar Silvia.
De repente dejó de correr y se dio cuenta que había
llegado a una parte del bosque desconocida para ella.
-
Pero ¿ a donde he ido a
parar?.No conozco esta zona del bosque. Con el llanto me he despistado. Qué
extraño, esta zona del bosque está muy poco iluminada y los árboles están secos
y lucen tristes.- seguía pensando para sí misma Silvia.
De repente un llanto comenzó a oírse en la profundidad
del bosque. Silvia sigilosamente se dirigió hacia la zona donde provenía aquel
ligero susurro.
-
¡Hola!¿ Hay alguien
ahí?- preguntaba Silvia sin poder llegar a ver de dónde provenía
exactamente ese llanto.
-
Hola. Estoy aquí, detrás
de ti- dijo una dulce vocecita.
-
Pero si no hay nadie aquí-
contestó Silvia asombrada.
-
¿Cómo que no? Soy yo, el
árbol- dijo un pequeño pino que se encontraba detrás de Silvia.
-
¿Eres tú quién me ha
hablado? – preguntó Silvia muy asombrada.
-
Así es. Soy yo quien
estaba llorando hasta que has llegado tú hace un momento- dijo en un tono algo
más alegre el pequeño pino.
-
¡Ah!! Y se puede saber el
motivo de tu llanto. ¿También has perdido una competición de pinos? – preguntó
Silvia.
-
Pues no se trata de una
competición. Estoy muy triste porque
desde hace varios meses acude al bosque un extraño ser que nos está arrebatando
la melodía de los bosques. Acude muy sigilosamente equipado con unas extrañas
cajas y cargado con varios instrumentos. Con ellos es capaz de localizar a nuestras queridas hadas de la música. Una vez
que las tiene localizadas, realizando algunos gestos extraños, es capaz de
arrebatarles sus voces y con ellas su
melodía. El bosque comienza desequilibrase y a morir irremediablemente sin la
melodía que nos transmiten las hadas de la música.
-
¿Las hadas de la música?-
preguntó sorprendida Silvia.
-
Si. Son las encargadas de
regular los ritmos de crecimiento de todos nosotros, los árboles y las plantas del bosque. Ellas
mantienen el equilibrio necesario en todo el bosque para que podamos crecer
hermosos y sanos. Sin sus dulces melodías, nuestros ritmos se alteran y
comenzamos muy rápidamente a envejecer, a perder nuestras hojas y a desaparecer
por la falta de ritmo.
-
¡Ah! . ¿Es por esta razón
que está parte del bosque se ve tan oscura y no hay prácticamente vegetación?
-
Si. Así es. Por eso estoy
aquí solito llorando. Cada vez son más las hadas que pierden sus voces y sus
melodías por culpa de ese individuo- continuaba diciendo el pequeño pinito.
-
¿ Y no sabéis de quién se
trata?. ¿Y para que debe querer la melodía de las hadas del bosque? – preguntó
Silvia muy sorprendida.
-
Pues no lo sabemos. No
tenemos conocimientos de que nunca antes haya pasado alguna cosa similar en
nuestros bosques.
De
repente el pequeño pinito cambió el tono de voz y dirigiéndose a Silvia de
manera muy alarmada le dijo:
-
Silvia, rápido, escóndete,
por ahí llega el ladrón de melodías- dijo el pinito.
Silvia se
escondió muy rápidamente detrás del pinito y se quedó inmóvil y en silencio
intentando que el extraño ser no la viera.
De
repente vio aparecer a un hombre vestido con un traje negro que llevaba consigo
una pequeña cajita de madera. Iba provisto de unas grandes gafas de colores y
unos auriculares que se conectaban directamente a un pequeño altavoz.
El
extraño personaje comenzaba a explorar muy sigilosamente entre los matorrales
hasta que de repente encontró a una de las hadas de la música entre ellos. En
cuanto la encontró presionó uno de los botones del pequeño altavoz que llevaba
encima y con un gesto rápido acercó la cajita de madera a la pequeña hadita.
En seguida,
el hada se vio desprovista de su dulce voz .
-
¡Oh no! . No puede ser. Lo
ha hecho de nuevo- dijo dirigiéndose en un tono bajo a Silvia. Ha conseguido la
melodía de otra de nuestras hadas.
-
Pero no puede ser posible.
¿Como lo ha hecho?- se preguntaba Silvia.
-
Lo hace mediante esas
cajas de madera, se las acerca a cada una de ellas y no sé de qué manera les
arrebata sus voces- dijo muy tristemente el pinito.
-
Está bien. No te preocupes
pequeño pinito. Iré tras él y averiguaré cómo es capaz de realizarle esta atrocidad a las haditas y cuál es el
motivo por el que lo hace. En cuanto lo descubra vendré y te contaré todos los
detalles para ver si podemos encontrar alguna solución- dijo Silvia muy
convencida.
Y dicho
esto Silvia fue tras el señor de negro y sin que se diera cuenta de su
presencia, lo siguió por todo el bosque hasta llegar a una gran cabaña que se
encontraba en medio del bosque.
El señor
de negro en seguida recogió las llaves de la pequeña mochila que llevaba y
abrió lentamente la puerta. Una vez dentro de la casa se desvistió y dejó en el
comedor todos los aparatos que llevaba consigo. Cogió la cajita de madera y con
ella en las manos bajó por las escaleras del comedor en dirección al sótano.
Silvia se
dio cuenta que el señor de negro bajaba las escaleras e intentó buscar alguna
entrada de la casa que diera directamente al sótano para poder ver que ocultaba
en él.
Por
suerte una de las puertas traseras de la casa daba directamente al sótano Muy
lentamente empujó la puerta y sigilosamente se abrió.
Bajó muy
despacio por las escalares y se quedó observando al señor de negro.
-
Por fin tengo otra melodía
nueva- gritaba el señor de negro. Con esta ya son siete. Por fin he finalizado mi composición y pudo presentarme
a ese odioso concurso. Esta vez no perderé. Seré el mejor pianista de todo el
mundo y todos me tendrán que alabar por ello. Me vengaré de todos aquellos que
me hicieron quedar en ridículo y me dijeron que nunca llegaría a ser un gran
compositor- seguía diciendo el señor de negro.
-
Mañana por la mañana iré a inscribirme al concurso y
dentro de dos días será el gran día, donde demostraré lo buen pianista que soy-
dijo riéndose el señor de negro.
Y dicho
esto cogió la pequeña cajita de madera y la conectó a su gran piano. De repente
de la pequeña caja comenzó a emitirse la dulce melodía robada del hada de la
música que se quedó grabada en una especie de pieza de metal que se encontraba
instalada en una de las cuerdas del piano.
Cuando el
pianista hubo finalizado la grabación se sentó en el sillín del piano y dándole
a una de las teclas que tenía ocultas en el brazal del sillín, el piano empezó
a tocar la melodía del hada robada.
-
¡Oh Dios mío! ¡Qué
tramposo¡- dijo Silvia que permanecía oculta observando toda la escena. Así que
se trata de un pianista. Utiliza la melodía y los ritmos robados para crear
música en las cuerdas de su piano. Con ello pretende presentarse a un concurso
de música y ser el ganador- pensaba
Silvia.
-
¿ Pero este pianista de
dónde ha salido?. Pretende ser el ganador mediante una música robada .No le
importa que con ello provoque la muerte del bosque y dejar a las pobres haditas
sin voz- continuaba pensado Silvia.
-
Tengo que hacer algo para
poder devolverle las melodías a las haditas de la música y que este pianista
frustrado no se salga con la suya.
-
Creo que si logro volver a
conectar las cajitas de música al piano, la melodía volverá a cada una de
ellas. Si puedo conseguir volverlas a llevar al bosque y abrirlas allí
posiblemente las hadas vuelvan a recuperar
sus voces y su música. Pero tengo que hacerme con ellas sin que el señor de
negro se dé cuenta.- seguía pensando Silvia.
Silvia esperó durante largo rato oculta en el desván del
pianista esperando el momento oportuno para poder coger las cajitas de maderas y
conectarlas al piano. Pensó que el mejor momento sería cuando el señor de negro
marchara al día siguiente a inscribirse al concurso.
En cuanto amaneció y vio salir al pianista de casa Silvia
se adentró en el desván y cogió las siete cajitas de música que el pianista
había dejado encima de su gran piano. Con mucho cuidado volvió a conectar las
cajitas al piano, y la melodía que estaba grabada en cada una de las piezas metálicas
que se encontraban en las cuerdas del piano, volvieron de nuevo a cada una de
ellas. Así que de esta manera el piano quedó desprovisto de la música de las
hadas y de sus bonitas melodías.
Con las cajitas en la mano Silvia salió del desván y se
fue en dirección al bosque. Cuando llegó allí fue en busca de su amigo el
pequeño pinito.
-
¡Hola lindo! Ya estoy de
vuelta- dijo Silvia muy contenta.
-
Te he echado de menos.
Pensaba que no volverías – dijo el pinito muy ilusionado. ¿Que has podido
averiguar?.
-
Pues he hecho algo más que
averiguar. He traído de vuelta las cajitas donde ese odioso pianista tiene
retenidas las melodías de las haditas. Hay que ir en busca de las hadas y
devolverles su música- dijo Silvia muy emocionada.
El pinito comenzó a silbar dulcemente y de repente
aparecieron las siete haditas que estaban sin voz que fueron en su búsqueda.
En seguida Silvia les acercó las cajitas de madera y muy
lentamente las abrió delante de ellas. De repente la música que se hallaba
retenida en cada una de ellas comenzó a sonar y las hadas comenzaron a recobrar
cada una de sus voces.
-
Por fin –decía una de las
haditas. He recobrado mi melodía.
-
Es estupendo. Muchas
gracias Silvia por habernos devuelto nuestros ritmos- dijo otra de ellas.
-
Ahora el bosque volverá a
ser tan hermoso como lo era antes- dijo el pinito muy emocionado. Podré crecer
y hacerme fuerte y robusto.
-
No ha sido nada, era lo
mínimo que podía hacer por vosotros. Pero todavía me queda una última cosa que
hacer- dijo Silvia muy convencida.
Y dicho esto fue en busca de un riachuelo que ese hallaba
por allí cerca y con las cajitas en mano y con la ayuda de las hadas les pidió
a un grupo de sapitos que se encontraban allí, que comenzaran a croar.
Cuando los sapitos comenzaron a croar, Silvia abrió las
diferentes cajas de madera para que se quedaran en ellas registrados los
diferentes sonidos que provenían de los sapitos.
Con las cajitas en mano volvió a dirigirse rápidamente a
la casa del señor pianista antes de que regresara de la inscripción del
concurso.
Cuando llegó allí, bajó al desván y volvió a conectar las
cajitas al gran piano que esta vez registró el sonido horrendo del croar de los
sapitos que Silvia había captado en ellas.
De esta manera, el sonido que quedó registrado en las
piezas metálicas de las cuerdas del piano, no tenía precisamente mucho ritmo ni
era muy melódico ya que se trataba de las voces de los sapitos.
-
Así el pianista tendrá su
merecido- dijo Silvia muy emocionada.
-
Cuando empiece a tocar las
teclas de su piano de sus cuerdas solo saldrá la melodía de siete sapitos
croando- se reía para sí misma Silvia.
Cuando el
pianista llegó a casa estaba muy contento ya que había podido realizar la
inscripción al concurso correctamente.
-
Mañana será el gran día-
exclamó el pianista. Por fin demostraré con la melodía robada de las hadas que
soy el mejor pianista y compositor de toda la faz de la tierra.
Y dicho
esto preparó todas sus cosas para partir al día siguiente con su gran piano al
concurso.
Mientras
Silvia se despidió de sus amigos del bosque y
muy apenada volvió a su casa. Durante el camino se acordó
de cómo había salido corriendo de la competición y en aquel momento
recordó que había perdido el concurso.
-
Bueno- pensó Silvia. La
verdad es que ya no me importa haberme caído en esa pirueta y no haberme
clasificado porque sé que si sigo
intentándolo llegará un día en que gane la competición, y ganaré por mis
propios méritos, como debe ser. Si esta vez no ha sido posible, seguramente ha
sido porque no estaba tan bien preparada
como pensaba. Seguro que se clasificó otra atleta que se había preparado mejor
que yo. Lo bonito de todo esto es ganar o perder por los méritos propios de
uno. Es realmente lo importante.
Con estos pensamientos Silvia volvió a acordarse del
Pianista.
-
La verdad es que no me
gustaría ganar un concurso a base de robarle a alguien el puesto si realmente
se lo merece más que yo. Cada uno debe obtener el reconocimiento que se merece
y no desear ganar haciendo daño a los demás o base de mentiras o engaño. Me
gustaría saber cómo le habrá ido al pianista en su actuación- dijo riéndose
para sí misma Silvia.
Y de esta manera el pianista también aprendió la lección, ya que tras su
actuación, recibió el merito que realmente se merecía. Miles de tomates y
cabezas de ajo aparecieron en el escenario cuando de su magnífico piano
solamente salían horrendos sonidos de croares de sapos.
Y colorín, colorado…este cuento se acabado.
Mónica Zambrano . Los wikicuentos multiculturales.
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