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Las cualidades de Tuthankamon


CUENTOS DE EGIPTO: “Las cualidades de Tutankamon.”


Hace mucho, mucho tiempo  en la época de los faraones de Egipto, vivía un niño llamado Tuthakamon, hijo del faraón Akenatón. Estaba destinado a ser coronado Rey tras la muerte de su padre, ya que pertenecía a la casa Real.

 

Desde muy pequeñito le habían inculcado muchos principios, muchas leyes  y debía estudiar muy duro cada día.



Muchas veces deseaba no pertenecer a la casa real y salir a pasear y a jugar con todos los otros niños de la corte.



Una tarde, abrumado por todas las obligaciones que tenía, tuvo una aparición. Un famoso beduino vestido de monje con un gran sombrero apareció de repente delante de sus ojos y esbozó una gran sonrisa.

Tuthankamon sorprendido le preguntó:



-         ¿Pero quién eres tú? ¿Y porque te estás riendo?- dijo el niño muy sorprendido.



-         Hola Tuthankamon, me llamo Asían.



-         ¿Cómo sabes mi nombre?- dijo Tuthankamon.



-         Yo lo sé todo de ti, y sé que eres un buen muchacho, pero todavía tienes que aprender muchas cosas de la vida antes de poder reinar. Estas cosas que te explico no las podrás realizar entre estas cuatro paredes. No es suficiente.

 

-         Pero yo todavía soy muy joven, no voy a reinar ahora. -dijo Tuthnakamon.



-         Estas cosas que te explico son necesarias para tu evolución y es necesario que las encuentres en este momento. Te entrego este plano de Egipto, aquí están marcados todos los caminos que tendrás que recorrer para poder alcanzar la llave mágica que abre el cofre del tesoro perdido. En él se encuentra el secreto. Tienes que ir en su búsqueda lo antes posible. Solo dispondrás de tres días para poder conseguirlo. - explicó con detalle Asian.



-         Pero yo no…¡ Asián, Asíán!!- gritó Tuthankamon- pero ¿dónde te has ido? No te vayas, no me dejes aquí solo…



Pero ya era demasiado tarde y Asían se desvaneció en tres segundos como por arte de magia.

 

Tuthankamon se quedó muy sorprendido, pero con un gran ánimo exclamó para sí mismo:



-         Bueno, no es tan malo, así podré conocer mundo y caminaré libre por mis tierras para conocerlas. Esta vida mía es muy aburrida y solo hago que estudiar y estudiar. Quiero divertirme y salir con mis amigos. Quiero ser un niño normal. No estoy dispuesto a siempre hacer lo que mis padres y los escribas desean que haga. Ya soy grande. - meditaba Tuthankamon todavía recordando la famosa aparición de Asían.



Y con estos pensamientos, Tuthankamon se dirigió hasta el patio y recorrió por última vez sus jardines, llenos de flores y aromas.



Fue a su dormitorio, lleno de preciosos objetos de gran valía, todos ellos dorados cubiertos de oro.

 

Sus armarios estaban repletos de juguetes que ni siquiera le había dado tiempo a utilizar. Estaban nuevos, impecables.



Muy convencido de su propósito, decidió partir al día siguiente.

Tutankamon partió muy convencido antes de que el sol saliera. Quería evitar a toda costa que sus padres le descubrieran y evitaran su salida.



De manera precipitada se vistió con ropajes de sirviente y salió por la parte trasera del templo. Salió solamente con la compañía del Plano de Egipto que Asían le había dado.

El reto le pareció muy fácil visto desde el Plano donde las distancias parecen más cortas. Pero a medida que comenzaban a salir los primeros rayos de sol, se sintió cada vez más pesado, más preocupado y se dio cuenta que había salido desprovisto de agua, de comida y sin dinero. 

 

Las dudas comenzaron a instalarse dentro de sí mismo y se dio cuenta que en palacio nunca se había preocupado por nada, todo le venía dado. Simplemente, no se preocupaba. Este sentimiento era nuevo para él, podía asemejarse a cuando tenía un examen difícil que el escriba le había mandado, pero sabía que si no contestaba no le pasaría nada, seguiría en su casita donde todo el mundo le respetaba y le mimaba. Pero ahora no había nadie. Y comenzó a llorar y a echar de menos a su familia. Pero ahora ya era demasiado tarde para volver atrás. Debía continuar y ser fuerte.



 

 Comenzó a oscurecer y todavía le quedaba un largo camino. Estaba muy cansadito. A lo largo de todo del camino no se le apareció nadie, nadie con quien llorar ni con quien reír.



Se sentó desolado en una roca para descansar, pero de repente una tormenta de arena le envolvió. Tenía sueño, hambre y frío. Gritó y gritó pidiendo auxilio, pero nadie parecía contestarle.



 Estaba muy pero que muy triste…y creía que ya nunca más podría volver a su casa.



De repente una pequeña niña apareció en su camino.





 -         ¡Hola! ¿Qué haces aquí?- dijo sigilosamente la niña.



-    - Hola! Me llamo Tuthankamon. Estoy buscando un cofre mágico que un mono beduino me dijo que hallara. Tengo que encontrarlo antes de tres días, pero estoy muy cansado, no he comido ni bebido nada y tengo mucho sueño- contestó Tuthankamon con un gran desánimo y triste por su situación.

 

-    -Yo me llamo Akira, y vivo en una choza un poquito más adelante. Si quieres me puedes acompañar. Somos muy pobres pero seguro que te puedes quedar en casa esta noche y mi madre cocinara alguna cosa para cenar hoy. Solemos atender a los huérfanos y pobres cuando lo necesitan, así los dioses nos recompensarán con las Glorias en el más allá. Siempre cuidamos a los que nos rodean y les ayudamos por qué es lo que nos gustaría que hicieran con nosotros- explicó Akira con una voz muy dulce y melodiosa.



-         Muchas gracias…Mi padre os recompensará con mucho dinero a mi vuelta. Yo vivo en Palacio ¿Sabes? - exclamó Tuthankamon.



-         Ah! …Bueno, no hace falta que mientas, igualmente te ayudaremos, aunque no nos lo puedas pagar- dijo Akira con una sonrisa en su bonita cara.



Tuthankamon viendo que no le creería prefirió callar y no continuar explicando quien era verdaderamente.



 Cuando llegaron a la choza, Tuthankamon quedó desolado.

 



Era una cabaña muy vieja, prácticamente solo disponía de un comedor y una habitación muy pequeña sin camas. La cocina solamente era un pequeño hornillo para cocer alguna cosa.



Eran 5 hermanos, Akira era la más pequeña.



Cuando le vieron llegar todos en seguida le ofrecieron lo poco de que disponían: un pequeño trozo de pan y un vaso de agua.



Aquella noche durmió de manera más profunda y relajada que nunca a pesar de no disponer de camitas.



 Al día siguiente debía partir para continuar su camino. Se despidió de todos ellos y le ofrecieron una botellita de agua y otro pedazo de pan para que pudiera continuar su camino.



 

    Tuthankamon les agradeció lo mucho que habían hecho por él y continuó su camino.



Cada vez que se le hacía menos pesado el camino, el recuerdo de aquella familia y el rememorar las condiciones en las que vivían y que pese a todo eran felices, le ayudaba a que el esfuerzo se le hiciese liviano.



Hacia el mediodía Tuthnakamon decidió hacer un alto en el camino para descansar y comer alguna cosa.



Se sentó en la sombrita de una palmera y observó que detrás de una pequeña duna había un niño aproximadamente de su edad, llorando desoladamente.

  

 -         Hola, soy Tutankhamon. ¿Porque estás llorando? - preguntó delicadamente Tuthnakamon-



-         Hola, soy Elías- dijo el niño.



-         ¿Porque lloras?-.Volvió a repetir Tuthankamon con la esperanza de que Elías dejara de llorar.



-         Estoy muy triste. - dijo  Elías desoladamente y con la voz entrecortada



-         ¿Qué te pasa? ¿Qué eso que tienes en tus manitas?¿ Es un cuento de papiro?-preguntó Tuthankamon.



-         Si, es un cuento. Pero no puedo leerlo- dijo Elías muy muy triste.

 

-         ¿Por qué no lo puedes leer?¿ No sabes? ¿No te han enseñado?- siguió preguntando Tuthankamon-



-         Soy ciego de nacimiento, no puedo ver ni leer las imágenes del cuento. Deben de ser muy bonitas ¿Verdad? A veces mis hermanos me leen las historias pero tengo de depender de ellos , no los puedo leer por mí mismo. Por eso estoy llorando. - continuó Elías.



-         Si quieres, -dijo Tuthankamon- te lo puedo leer yo.

 

-         ¡Ah si! – exclamó Elías. ¡Gracias! Porque hoy mis hermanos están ocupados trabajando en los jardines del Faraón y no volverán hasta muy tarde. – explicó el niño con una gran sonrisa en su cara.



Tutankhamon dejo para más adelante su comida y comenzó a relatarle el cuento, despacito, con todo lujo de detalles para que Elías pudiera imaginar en su mente como eran los dibujos y los paisajes que se pintaban en las páginas del cuento.



Elías poco a poco fue cambiando sus lagrimitas por una sonrisa, cada vez más y más grande hasta esbozar una gran carcajada.



Una vez acabado el cuento Elias le dio un abrazo muy fuerte y Tuthankamon sintió una alegría muy profunda.  



En ese momento , Tuthankamon deseó que Elias no fuera ciego y que pudiera leer sus cuentos. En Palacio tenia muchos libros, si no fuera ciego él se los regalaría, los podría compartir con él…pero, aunque se los regalara, no podría leerlos. Sintió una gran pena por su situación, pero en su interior algo le decía que conseguiría la forma de que Elías fuera capaz de leer sus cuentos.

 

Partió sin más demora, ya que estaba anocheciendo y todavía le quedaba un gran camino.



Aquella noche Tuthankamon durmió en el desierto, solo, pero contento por todo lo que había aprendido. Contemplo el cielo iluminado de estrellas luminosas y como si el viento fuera su ropaje se acurrucó en una esquina y se durmió profundamente.



Al día siguiente Tuthankamon contempló la puesta más maravillosa de sol nunca vista y disfrutó del momento.  Hubiera querido que Elías pudiera verla también.

Comprobó en el plano que el pequeño poblado al que tenía que ir para poder encontrar la llave estaba ya muy cerca, tan solo un pequeño recorrido dunas arriba.

 

 Comenzó su marcha con el corazón ilusionado por poder encontrar la llave que abriría el cofre mágico.



 Llegó al lugar marcado en el plano. Era una pequeña ciudad labrada en piedra cerca de las orillas del rio Nilo. Estaba formada por varios montículos de piedras que formaban casas y un pequeño templo orientado hacia el rio.



Parecía bastante desierto. Se aventuró a acercarse hasta el templo.



En el halló unas cuantas mujeres orando y en el centro encontró un pequeño altar con símbolos de Dioses, había muchos y muy variados.

Se acercó a una de las  mujeres  y les comentó muy sigilosamente:



-         -Hola ¿que estáis haciendo? - preguntó Tuthankamon.



-         Estamos orando a los Dioses- contestó una de las mujeres.

 

-         ¿Qué es lo que oráis?- dijo Tuthankamon.



-         Le pedimos a los Dioses que este año no haya tantas lluvias torrenciales y que se nos permita disponer de una parte de la cosecha para poder alimentar a nuestros hijos. Años anteriores las lluvias hicieron que el Nilo creciese tanto que estropeaba nuestras cosechas quedando inundadas y desperdiciadas para siempre. No nos queda nada de provecho si llueve tanto, el rio se desborda rápidamente. - explicó otra de las mujeres a Tuthankamon.



-         Nosotros somos muy pobres y necesitamos de las tierras del Faraón para labrarlas y trabajarlas, a cambio el  Faraon nos permite una pequeña parte de lo cosechado, pero si no tenemos nada que ofrecerle a él , tampoco tenemos nada para nosotros y nuestros hijos- dijo con tristeza la mujer más joven.

 

Tuthankamon escuchaba atentamente boquiabierto todas las explicaciones que las señoras le iban contando mientras se dirigía a al altar .Alli observó las figuritas de los dioses que se hallaban en ella.



-         ¡Cuidado!, no las toques- exclamó de repente una de las mujeres.



-         Y sobre todo no le digas a nadie que las tenemos en este templo- inquirió la mujer más joven.



-         ¿Y eso porque? - preguntó muy sorprendido Tuthankamon.



-         El faraón no permite que alabemos a varios dioses, su Dios único es Aton, el SOL. Pero para nosotros es más fácil orar a otros dioses ya que cada uno nos protege de una cosa. Por eso oramos a todos y cada uno de ellos dependiendo de lo que les pedimos en nuestras oraciones. - explicaba detalladamente otra de las mujeres a Tuthankamon.



En ese momento se le acerco el sacerdote del templo.

 

 -         Hola, ¿quién eres tú y que haces en ese templo? Aquí solo pueden entrar los adultos.- gruñó el sacerdote con un extraño acento.



-         Hola, me llamo Ariel- mintió Tuthankamon para no ser reconocido ante el sumo sacerdote.



-         ¿Qué quieres de este templo? Tú no vienes a orar ¿verdad?- inquirió el sacerdote en tono de enfado.



-         NO. He venido en busca de una llave.- dijo lentamente Tuthankamon.



  -         ¿Una llave?¿? ¿Pero quién te manda? ¿ - preguntó sorprendido el sumo.



-         Hace tres días que camino en busca de una llave que abre el cofre mágico que un mono beduino me indicó que debía hallar para completar mi aprendizaje. - explicó poco convencido Tuthankamon.

 

-         Umm….He estado mucho tiempo esperando este momento….Pero lo que no sabía era que la visita que tanto he ansiado que llegara era la de un niño como tu.- comentó incrédulo el sacerdote.



-         ¿Qué?¿ - exclamó Tuthankamon- ¿Me estaba esperando a mi?- preguntó emocionado.



-         Si. Hace unos 6 años que te espero. En aquel tiempo tuve un sueño en el que los dioses me indicaban que  un día tendría que  entregar la llave que  mis antepasados guardaban y veneraban a una persona que vendría del exterior y que conocería de su existencia.- explicó el sacerdote ante un Tuthankamon muy sorprendido.

-         Así que es verdad que la tiene usted.- dijo Tuthankamon.



-         Si. La he estado guardando todo este tiempo- comentó el sacerdote dirigiéndose hacia el interior de la sala.



De allí recogió una pequeña bolsa. En su interior estaba la llave.



 Tuthankamon se quedó sorprendido al ver el tamaño de la llave y la forma que tenia.

 



- Es muy bonita – dijo Tuthankamon.



- Si es cierto. Está rodeada de lapislázuli y turquesas. - explicó el sacerdote.



- ¿Y qué es lo que abre esta llave?- preguntó Tuthankamon. El mono beduino me explicó que abría un cofre que contenía un tesoro, pero no sé donde se encuentra el cofre. Tu solo dispones de la llave ¿verdad?



- Así es, pequeño. Mis conocimientos acaban aquí. Yo solo conozco la existencia de la llave pero los Dioses no me explicaron que era lo que esta llave abría.



Tutankamon decidió reanudar su marcha, con la esperanza de que el mono beduino se le apareciese de nuevo y le informara de donde podía encontrar el cofre.



 

Mientras caminaba de vuelta a casa, estuvo rememorando todos los encuentros que había tenido por el camino.



 Se acordó de la casita de Akira y de lo bien que se habían portado sus familiares, de cómo le habían cuidado y protegido a pesar de no disponer de recursos suficientes.



Deseaba de todo corazón poder ayudarlos de alguna forma. Cuando estuviera en Palacio le contaría al faraón sobre la importancia de acondicionar las casitas de los campesinos que labran sus tierras para que puedan vivir mejor, ya que eran muy buenas personas y muy caritativas. Le contaría los cuidados que le ofrecieron sin saber si quiera de quien se trataba.

 

Se acordó de Elías, de lo contento que se puso cuando le leyó el cuento de papiro.



-         Las ilustraciones eran tan bonitas…que pena que no pudiera imaginárselas….si pudiera ver los grabados…- pensaba Tuthankamon para sí mismo.



En aquel momento Tuthankamon tuvo una genial idea.



-         ¡Ya lo tengo!- exclamó para si Tuthankamon.



-         Es posible que pueda leer y ver a través de los grabados pero no pintados en un papiro sino grabados en piedra…Si es capaz de aprender los símbolos y reconocerlos palpándolos en la piedra de pizarra o alabastro, podrá leerlos solo y imaginarse de esta manera como son los dibujos….- meditaba Tuthankamon.



 

-         ¡Eso es¡! En cuanto llegue a casa le diré al Faraón que es necesario imprimir los libros de papiro en piedra labrada como en los templos, para que los niños ciegos puedan aprender a leerlos y escribirlos palpándolos con sus deditos. Fundaremos una escuela para niños ciegos…el sistema de escritura será dedicado para ellos… - continuó Tuthankamon muy emocionado.



 Cada vez estaba más cercano el momento de llegar a casa, deseaba con todas sus fuerzas contarle a sus hermanos todos los amigos que había hecho por el camino.



 -         ¡Qué bonito el templo del poblado donde encontré  al sumo sacerdote¡! ¡Y muy bonitas las figuritas de los dioses.!!- continuaba pensando Tuthamkamon mientras proseguía el camino.

 

-    Para mi padre el Faraón solo hay un único Dios, que es Aton. Le explicaré que los campesinos y el poblado de Egipto creen en muchos dioses y que esta fe ha de ser respetada y entendida. Le pediré que no prohíba el uso de imágenes diferentes a Aton ya que son igual de bonitas y que el sentimiento de fe es del corazón, no importa si van dirigidas a un Dios o varios. El poblado está acostumbrado a venerarlas porque para ellos representan algo de la vida cotidiana, aunque en el fondo todas se refieran a  un único Dios creador, Atón.





Tuthankamon seguía su camino y mientras iba pensando en todas las cosas maravillosas que podía hacer por Egipto. Deseaba enormemente llegar a casa y poder explicárselo a su familia.

 

Le contaría también que las lluvias hacen desbordar el Nilo y que muchos campesinos pasan hambre por esta razón…



-¡¡Si se pudiera poner un gran muro para evitar que el agua se desbordara y llegara hasta las tierras de cultivo!!!- exclamaba Tuthankamon.



-Sería maravilloso poder dirigirla adecuadamente para que las épocas de lluvias no se conviertan en una tragedia para el pueblo.- continuaba meditando Tuthankamon.



-¡Claro!! Igual que se construyen templos con grandes macizos de rocas se podría construir una gran barrera que dirigiera las aguas torrenciales. De esta manera se distribuirían en equilibrio. Mi padre puede mandar construirlo, es el Faraón.- gritaba emocionado Tuthankamon.



Con estos maravillosos pensamientos Tuthankamon se dirigía al hogar, contento y orgulloso por todo lo que había aprendido.



 En esos momentos ya no le importaba hallar el cofre, tan solo le importaba poder llegar a casa, abrazar a su familia y seguir aprendiendo más cosas sobre su país en los libros que los escribas le iban enseñando.



 El momento se acercaba y Tuthankamon cada vez estaba más emocionado por su vuelta a casa.

 





Vislumbró a lo lejos la fachada de Palacio. Y corrió emocionado a su encuentro.



Allí le esperaban sus hermanas y sus padres. Todos se fundieron en un gran abrazo, lejos de las riñas que Tuthankamon esperaba recibir de sus padres por haberse ausentado sin avisar.



Tuthankamon explicaba con detalles todo lo acontecido durante su viaje. El faraón escuchaba atentamente todas las anécdotas y historias que su hijo relataba sorprendido por el aprendizaje que para él había supuesto su caminar por las tierras de Egipto.



Cuando Tuthankamon se dirigía a su habitación para descansar y disfrutar de todas las cosas maravillosas que podía hacer con su padre por Egipto se le volvió a aparecer el mono beduino.

 



-         Hola Tuthankamon- dijo Asian.



-         ¡¡Ahí va!!- exclamó Tuthankamon. Si me había olvidado de la llave y del cofre mágico- mirando sorprendido a  Asian.

-         ¡Ah ¡! Veo que has cumplido tu cometido.- dijo Asían mirando la llave que Tuthankamon tenía entre sus manos. Ahora te hago la entrega del cofre mágico. Pero antes te tengo que explicar lo que ocurrirá cuando lo abras y el secreto que guarda en su interior.-explicó detalladamente el mono beduino a Tuthankamon.



-         En cuanto lo abras todos los deseos que anhelabas en el momento en que hice mi aparición hace tres días se verán cumplidos. - relataba el mono.



-         Ya no tendrás que estudiar más. No pertenecerás a la realeza ni serás Faraón. Podrás dedicarte a jugar con tus amigos, no tendrás obligaciones y serás un niño normal, como los demás. No tendrás que escuchar más historias de antepasados Egipcios ni atender en las clases de los escribas. Podrás hacer todo lo que tú quieras. Nadie te mandará ni ordenará nada. Eso era lo que tú deseabas cuando yo aparecí. ¿Verdad Tuthankamon?- inquirió el mono beduino.

 

Tuthankamon se quedó muy sorprendido escuchando al mono beduino. No podía imaginarse ahora esa vida. Ahora tenía otras expectativas, otros sueños que cumplir. Quería ayudar al pueblo a mejorar, quería ayudar a Akira y su familia, contribuir a la mejora de los cultivos construyendo la presa que frenara el agua de lluvia torrencial, quería que Elías pudiera leer los cuentos grabados en piedra… Le gustaba su vida , quería seguir aprendiendo de los escribas, quería ser un buen Faraón para Egipto.



  Cuando Tuthankamon se hubo repuesto de la sorpresa dirigió la mirada a Asían y dijo con voz contundente y sin dudas.



-         Asían, muchas gracias, pero no quiero abrir el cofre- dijo Tuthankamon con una mezcla de felicidad y tristeza.



-         No quiero la llave ni el cofre. Ahora todo ha cambiado. Me gusta mi vida y no quiero cambiarla. Puedo hacer grandes cosas por Egipto y para eso quiero convertirme en un gran Faraón. Seré el mejor de todos y me recordaran por siempre por mis actos y mi contribución al pueblo de Egipto- continuaba explicando Tuthankamon.



El mono beduino miraba orgulloso a Tuthankamon y con voz entrecortada por la emoción que sentía en aquel momento dijo:





-         Muy bien Tuthankamon, no esperaba otra cosa de ti. Sabías que conseguirías aprender a valorar tu vida y que desarrollarías las cualidades que todo Faraón de Egipto tiene que aprender para poder reinar de manera justa y equilibrada.





 

 -         Así es Asían. Quiero mejorar el pueblo de Egipto y hacerlo más justo y más feliz. El pueblo es bondadoso, fiel y merece una mejor vida. – contestó emocionado Tuthankamon entregándole la llave a Asian.



-         ¡Enhorabuena! , me siento orgulloso de ti. Creo que serás un extraordinario faraón.- dijo Asian con una gran sonrisa recogiendo la llave.



-         Guardaré el cofre y la llave para el siguiente faraón  que lo necesite. Todos tus antepasados faraones recibieron mi visita ¿sabes?- dijo Asían riendo para si mismo. Y todos y cada uno de ellos consiguieron desarrollar las cualidades que necesitaban para poder reinar de manera justa. Por eso Egipto destacará como una de las mejores civilizaciones de la historia. Será reconocida por todo el mundo como la más evolucionada tanto material como espiritualmente.- afirmó Asían.





Dicho esto, Asían desapareció tal y como había aparecido.



Tuthankamon se dirigió a su habitación dispuesto a escribir en una hoja de papiro todos los proyectos que haría con su padre y que continuaría durante su reinado. Mientras pensaba en todas las cualidades que había desarrollado durante su camino.



 -         He reconocido durante mi viaje las cualidades que debo continuar desarrollando para gobernar de manera justa- meditaba Tuthankamon.





-De la familia de Akira he aprendido a ser caritativo y benevolente y con las mujeres que oraban he conocido la importancia de respetar al prójimo y las creencias diferentes de cada uno.



-Con Elías he conocido la felicidad que se siente cuando prestas ayuda a los demás.

 

-Durante estos días he conocido que el aprendizaje de las cosas de la vida solo se descubre caminándola y valorando todo lo que tu eres y lo que puedes llegar a ser. – explicaba para sí mismo Tuthankamon.



 Y con estos pensamientos Tuthankamon escribía y relataba todas las cosas maravillosas que Egipto disfrutaría en las generaciones venideras:  la construcción de la presa, la mejora de las escuelas y de las casas para los campesinos que trabajan en sus tierras y la elaboración de los libros para ciegos en fragmentos de alabastro o pizarra.





Fin.



Y colorin, colorado…este cuento se ha acabado...





Monica Zambrano

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