Erase una vez, hace mucho
tiempo vivía una niña llamada Ana.
Ana tenía dieciséis años
cumplidos y vivía con su pequeño hermano Tobías en el pueblecito del valle
Verde. La mamá de Ana y de Tobías hacía ya varios años que había fallecido y su
papá trabaja fuera del
pueblo, cosa que hacía que ellos estuvieran la mayor parte del tiempo solos en
casa. Ana se ocupaba de todas las labores domésticas, de ir al instituto y de
cuidar de su pequeño hermano. Tobías había crecido sin el amor de su madre y
Ana lo cuidaba tan bien como le era posible intentando que se notase apenas su
falta.
Cada día se encargaba de
llevarlo a la guardería el amanecer, se encontraba en el centro del Pueblo.
Tobías era todavía muy pequeño para ir al colegio, apenas tenía los cuatro años
cumplidos. Para Ana era una alegría poder hacerse cargo de su pequeño hermano
pero interiormente echaba en falta los cariños de madre y a veces le costaba
tener que aceptar las responsabilidades que después de su pérdida habían
recaído en ella.
Los niños de la guardería “
el amanecer” estaban muy contentos y muy bien cuidados. Una de sus profesoras,
Natividad, se encargaba de que estuvieran muy atendidos y que disfrutaran
aprendiendo. Tobías era un niño muy alegre que compartía siempre todos y cada
uno de sus juguetes. Nunca reñían y jugaban muy alegremente en el jardín de la
guardería.
Un día de repente algo
comenzó a cambiar en la guardería. Natividad empezó a notar que a los niños
algo extraño les ocurría, ya que comenzaron a tener muchos temores. No querían
salir al patio de la guardería y parecía que habían perdido la ilusión y la
alegría que les caracterizaba cuando realizaban sus tareas y los diferentes juegos.
Ana también comenzó a darse
cuenta de que algo le ocurría a Tobías. De repente no quería dormir solo por
las noches y quería tener la luz encendida. Comenzó a hacerse pipí en la cama y
todo le provocaba miedo y preocupación. La sonrisa comenzó a desaparecer y su
mirada cada vez estaba más triste.
Así que un día Ana decidió
ir a hablar con la profesora Natividad para comprobar que era lo que le ocurría
a Tobías y para sorpresa suya descubrió que al resto de niños les comenzaba a
pasar algo muy similar. Muchas madres acudieron preocupadas a la guardería
viendo extraño el comportamiento de sus niños.
Natividad no se explicaba
los motivos de la tristeza y temor que los niños padecían. Algún día había
querido hablar con alguno de ellos para averiguar los motivos y muchos de ellos
no respondían y alguno le había comentado que un señor con un gran saco había
aparecido en el jardín del colegio y le había provocado su temor.
Pero Natividad no podía
creerse esto, ya que el recinto del colegio no podía ser atravesado por ninguna
persona que no tuviera permiso. Era imposible que alguien hubiera irrumpido de
esta manera en el patio del colegio.
De todas maneras, Ana
decidió un día hablar con Tobías para intentar averiguar algo más sobre aquel
hombre del saco.
- Tobías- Me gustaría que me explicaras de qué
tienes miedo y porqué ahora necesitas dormir con la luz encendida. Sabes que
puedes confiar en mí- le preguntó cariñosamente Ana a Tobías.
- Es que tengo miedo a la oscuridad-
dijo Tobías.
- Pero antes no te daba miedo. ¿Qué es
lo que ha ocurrido para que ahora la temas?- dijo cautelosamente Ana.
- Es que un día vi a un señor con un
enorme saco y me asustó mientras yo estaba jugando en el patio del colegio-
dijo Tobías.
- Pero la señorita dice que el guarda
que vigila la puerta de la guardería no permite la entrada a extraños en el
colegio- dijo Ana.
- Pero él si estaba allí. Y esperó el
momento para asustarme. De repente todo se me volvió de color negro y tuve
temblores y escalofríos. A partir de ese día no quise salir al patio y ahora
todos mis juguetes me hacen sentir triste. Ya no me lo paso bien haciendo mis
trabajos manuales ni lanzándome por el tobogán.- dijo con la carita triste
Tobías.
- Si. A otros niños también le asustó-
respondió Tobías.
- Ya no me gusta ir a la guardería. Y no
me gusta la oscuridad- dijo finalmente Tobías. Es por eso que necesito tener la
luz encendida para poder dormir. Y muchas noches lo veo aparecer en mi
habitación con su gran saco dispuesto a meterme en él y llevarme lejos de
aquí.- dijo Tobías.
- Pero en casa nadie puede entrar, yo
cierro la puerta con llave- dijo Ana intentando calmar a Tobías.
- Pero el puede atravesar las paredes
..es malo, muy malo- dijo Tobías.
Ana tras la conversación con
su hermano se quedó muy preocupada y decidió al día siguiente ir a la guardería
y hacer guardia para vigilar si verdaderamente había alguien que estaba
asustando de aquella manera a los niños.
Investigó por todos los
jardines de la guardería buscando alguna pista que le pudiera orientar acerca
de lo que estaba ocurriendo.
De repente divisó las
huellas marcadas de un extraño calzado en algunas zonas del exterior del
recinto y movida por un extraño presentimiento se dispuso a seguirlas pensando
que quizás encontraría la respuesta a sus preguntas.
De esta manera Ana siguió cuidadosamente
las huellas esperando que verdaderamente las llevara hasta el hombre del saco y
deseando que no se borrasen durante el camino.
Las siguió a lo largo de
varias calles y cruzó varias casas abandonadas que se encontraban a las afueras
del poblado. De repente las huellas parecieron borrarse justo enfrente de una
casa abandonada. Se acercó muy cautelosamente a la entrada trasera donde pudo
comprobar que había una pequeña ventana que parecía estar ligeramente abierta.
Como pudo trepó con cuidado para no hacer ningún ruido y no ser descubierta.
Una vez dentro de la casa
comprobó el estado en el que se encontraba. Estaba totalmente sucia y parecía
muy abandonada.
Lentamente salió del desván
y subió las escaleras. De repente se dio cuenta de que no estaba sola. La casa
estaba habitada. Muy despacio llegó hasta el gran salón de la casa dónde
comenzó a escuchar la voz ronca y tenebrosa de alguien que parecía estar hablando
a solas.
Con mucho cuidado se asomó a
través de las cortinas y con gran asombro descubrió que se trataba de la figura
de un hombre. Cuando se aproximó vió con sorpresa que aquel hombre iba vestido
de negro y que acababa de dejar en el suelo un gran saco.
- Oh, Dios mío. Lo sabía. Es el hombre
del saco. Los niños tenían razón. Existe de verdad- pensó para si misma Ana.
Mientras el hombre
continuaba hablando solo y comenzaba a reír y exclamar una y otra vez:
-Cada vez estoy más cerca de
lograr mi cometido y pronto podré finalizar el hechizo con el que conseguiré
tener la juventud indefinida- dijo el hombre del saco dirigiéndose a su gran
halcón.
- Hoy he conseguido asustar a dos
niños más en la guardería del amanecer, con ellos ya serán siete niños los que
han perdido sus sonrisas. Solo me falta conseguir tres niños más y comenzar a
elaborar mi hechizo de la eterna juventud- dijo el hombre del saco.
Y dicho esto se marchó a la
biblioteca en busca de su gran libro de hechizos.
- Mira Henry. Es necesario que asuste a
estos tres niños que me faltan antes de que comience el solsticio de otoño que
será dentro de tres días. A partir de este momento comenzará la marcha atrás y
tan solo en siete días más podré conseguir la juventud eterna- dijo a carcajada
limpia el hombre del saco a su gran halcón.
- Oh. Pero no puede ser – dijo Ana
comprobando que el hombre del saco era verdaderamente un hechicero malévolo.
Así que de eso se trata. Intenta asustar a los niños para robarles sus sonrisas
y poder realizar un conjuro que le permita ser eternamente joven. Tengo que
hacer algo para detenerlo. No puede ser que Tobías se convierta en un niño sin
ilusiones, sin sonrisa o sin felicidad por culpa de este hechicero despiadado-
dijo tristemente Ana. Tengo que esperar el momento oportuno para poder mirar en
el gran libro. Quizás en él exista algún tipo de contra hechizo con el que
anular el poder del hombre del saco.
Y dicho esto partió de nuevo
a su casa con la esperanza de poder conseguir detener al hombre del saco.
Cuando llegó a su hogar Tobías la estaba esperando. Ana prefirió no contarle
nada de lo que había escuchado en la casa abandonada y decidió que haría
guardia un par de días en el exterior de la casa para poder encontrar el
momento oportuno para poder mirar el gran libro que el hombre del saco tenía.
- Estoy segura que él se haya el contra
hechizo- pensaba Ana para si misma.
- Tobías, estaré ausente un par de días
ya que tengo que hacer un trabajo del instituto con una de mis compañeras de
clase. Pero no te preocupes, vendrá la tia Marcelina a estar contigo estos
días. No te preocupes por nada. Yo antes de que te des cuenta estaré de
regreso- dijo Ana a Tobías.
Ana preparó una mochila con
lo indispensable para hacer guardia unos días en la casa abandonada y marchó
enseguida deseando conocer que era lo que ocultaba el libro del hechicero.
Estuvo todo un día vigilando
la conducta del hombre del saco y se dio cuenta que habitualmente salía de casa
justo cuando comenzaba a atardecer. Aprovecharía ese momento para entrar en la
casa. Pero de repente cayó en la cuenta de que el gran halcón del señor del
saco permanecería dentro de la casa, así que tenía que hacer algún invento para
sacarlo de allí. Se le ocurrió utilizar como cebo a un ratón mecánico. Ana
pensaba que si lograba despistar al halcón podría mirar tranquilamente el libro
sin levantar sospechas.
Cuando el hombre del saco
salió de casa, Ana sigilosamente subió por las escaleras y liberó al ratón por
el comedor. Cuando el halcón lo vio rondando por el salón, tal y como Ana había
pensado, el halcón salió disparado en su búsqueda.
- Por fin. Vamos Ana, tranquila, busca el
hechizo…espero que exista un contra hechizo..por favor…que así sea..- decía
toda consternada Ana.
Ana buscó y buscó
rápidamente entre todas las páginas del gran libro el hechizo de la eterna
juventud, y por fin lo halló.
- Aquí está. Hechizo de la eterna
juventud: “ Si tu juventud quieres mantener por siempre, diez sonrisas de niños
con un susto has de conseguir de repente y con ellas y el poder de tu mente
joven serás indefinidamente”
-Y donde está el contra
hechizo….por favor que haya contra hechizo….- pensaba para si misma Ana. Ah
menos mal ….el hechizo continua así: “ Pero hechicero tú has de saber que si
antes del séptimo amanecer, alguno de los niños logrará el miedo a la oscuridad
vencer, convertido en un ratón te tendrás eternamente que ver”.
- Bien, lo sabía. Todos los
hechizos tienen que tener su contra hechizo ya que si no dominaría siempre el
mal por encima del bien- dijo con un largo suspiro Ana.
Y dicho esto cerró el libro
y salió precipitadamente de la casa abandonada. Intentó dejar todo en su sitio
para no levantar sospechas y se dirigió hacia su casa deseando encontrarse con
Tobías.
-Muy bien. Solo tengo que
hacer que Tobías pierda su miedo a la oscuridad antes de una semana. Si consigo
que se quede dormido con la luz apagada, desaparecerán sus miedos y volverá su
sonrisa. De esta manera el hechicero no podrá acabar su hechizo y tendrá su
juventud eterna pero esta vez convertido en un ratón. Tengo fe y esperanza de
que Tobías pueda conseguirlo.
Cuando Ana llegó a casa
Tobías la esperaba deseando verla y abrazarla. Había pasado dos noches con
eternas pesadillas y cada vez eran mayores sus terrores nocturnos.
- Hola cariño- dijo Ana.¿ Me has echado
de menos?- dijo Ana cariñosamente a su hermano.
- Si. Sobre todo por las noches. Hoy me
he vuelto a hacer pipí en la cama – dijo tristemente Tobías.
- No te preocupes mi querido hermano.
Pronto tus pesadillas desaparecerán. ¿ Sabes? . A partir de hoy voy a contarte
cada noche un cuento, como hacía mamá conmigo. Ya verás como de esta manera
conseguiremos que no necesites quedarte dormido con la luz encendida- dijo Ana
muy esperanzada.
Cada día Ana le leía un
cuento a Tobías e intentaba que después de leérselo fuera capaz de conciliar el
sueño sin necesidad de su compañía ni de la luz encendida. Pero los miedos de
Tobías eran muy elevados y no era imposible que pudiera recobrar su confianza y
alegría.
Cada día que pasaba y que
Tobías era incapaz de dormir sin miedo, era un día más que el malvado hombre
del saco se acercaba a su pérfido plan.
Ningún cuento hacía que
Tobías perdiera su temor a la oscuridad.
Ana cada vez estaba más
alarmada ya que se estaba acercando el séptimo dia . Aquella noche decidió
leerle el cuento de los tres cerditos esperando que esta vez pudiera recobrar
la confianza perdida. Pero de nuevo Tobías se quedó dormido escuchándolo con la
luz encendida.
- ¡¡OH, no!! De nuevo se ha vuelto a
quedar dormido. Ya no sé que más hacer. Solo queda un día y ninguno de los
niños ha recobrado su sonrisa. Si estuviera aquí mamá….- pensaba Ana. ¿ Sabes
Tobías?.Mamá siempre me explicaba cuentos antes de ir a dormir y me encantaba
escuchar su dulce voz. Si la hubieras conocido..si ella estuviera aquí
seguramente sabría cómo conseguir que perdieses tu temor y el hombre del saco
no conseguiría salirse con la suya…Ya sé que duermes pero ¿sabes? Era una mujer
muy guapa, me cantaba muchas canciones…Ah!! Recuerdo que cuando me caía al
suelo ella siempre me acariciaba dulcemente y hacía que cediese mi dolor….había
un cuento que me gustaba mucho oírle contar…como era….Ah si!!! El del ángel de
la guarda. Ella me contaba que todos teníamos un ángel de la guarda que nos
protegía y nos cuidaba..que cuando le necesitáramos solamente teníamos que
orarle para que apareciese y él con sus alas nos envolvería y desaparecería
nuestro temor….¡Claro!! ¡Cómo no se me había ocurrido antes!. Quizás si se lo
explico a Tobías y cree en su ángel de la guarda, pueda recuperar su confianza
y sus miedos desaparezcan. Pero no recuerdo cómo era la oración…hace tanto
tiempo de eso…. Espero poder acordarme antes de que llegue mañana..sino Tobías
estará por siempre condenado a una vida sin alegría.
Dicho esto Ana arropó a
Tobías y salió de la habitación intentando hacer memoria y poder acordarse de
la oración al ángel de la guarda.
Durante todo el día Ana
estuvo dándole vueltas a la cabeza intentando recordar la oración pero no
lograba acordarse. Las horas pasaban y comenzaba a anochecer.
_ Es imposible- decía Ana.
No logro acordarme. Si estuviera aquí mamá….
Y dicho esto cogió el cuento
de Peter Pan deseando que esta vez Tobías pudiera recobrar su confianza.
Cuando llegó a la habitación
del pequeño, Tobías la estaba esperando.
- Hola hermanita. Tengo algo que
contarte- dijo Tobías muy emocionado.
- Así ¿Que es?- le preguntó Ana con
sorpresa.
- Pues que ya no tengo miedo a la
oscuridad. Me gustó mucho el cuento que me contaste ayer- dijo Tobías.
- ¿Cuál? ¿ El de los tres cerditos?- le
preguntó Ana con sorpresa.
- No ese no . El otro . El de mi ángel
de la guardia. ¿sabes? Hice lo que me dijiste, y durante la noche cuando me
desperté comencé a llamar a mi ángel de la guarda ya que estaba muy asustado. Y
de repente se me apareció .Me acarició con sus dulces manitas y me dijo que no
tenía nada que temer. Que él siempre estaba a mi lado y que protegería mis
sueños para que ningún hombre del saco pudiera nunca más hacerme daño. Ah!! Y
también me dio un mensaje para ti- dijo Tobías a su hermana que le miraba
perpleja.
- ¿Para mí? – dijo Ana muy sorprendida y
extrañada a la vez ya que era prácticamente imposible que Tobías escuchara el
cuento porque estaba profundamente dormido cuando ella se lo explicó.
- Me dijo que sobretodo de dijera esto.
Yo lo apunté en un papel para que no se me olvidara antes de dormirme. Mira, lo
tengo aquí. ¿Quieres leerlo?- dijo Tobías dándole su escrito a Ana.
Ana empezó a leer el
contenido del papel que decía así.
“Ángel de mi alma y de mi
corazón, ven a mi lado y dame tu calor, que con tu luz y con tu cariño a salvo
yo estoy”
- Me dijo que te lo diera para que nunca
más se te volviera a olvidar. Ahora ya no tienes que contarme más cuentos, ni
dormir conmigo. Ahora ya puedes apagar la luz, porque sé que si le necesito él
estará a mi lado. Buenas noches hermanita- dijo Tobías apangando la luz.
Ana recogió el papel y salió
de la habitación de Tobías muy sorprendida sabiendo que aquella era la oración
que había olvidado. Era la oración que su madre le había cantado noche tras
noche para que su Ángel de la guarda apareciese y calmase sus miedos.
- Gracias mamá. Nunca más la volveré a
olvidar.- dijo Ana.
Y con el papel en la mano se
dirigió a su habitación y lo guardó en su diario.
Al día siguiente la
normalidad volvió a la guardería del “amanecer”. Los niños llegaban de nuevo al
colegio muy contentos y emocionados, habían podido dormir muy tranquilamente
esa noche. Los miedos habían desaparecido y volvían a lucir unas enormes
sonrisas en sus caritas. Gracias a Tobías habían podido recobrar su alegría.
Ahora todos jugaban despreocupados y felices sin temor a que ningún hombre del
caso acudiese a asustarles de nuevo.
Y mientras en la casa
abandonada del hombre del saco…
- Maldición. Pero que ha pasado.¿ Pero
Henry? ¿Porqué me miras de esa manera?...Oh Dios mío….no….
El famoso hombre del saco se
había convertido en un enorme ratón debido al efecto del contra hechizo y
gracias a que los niños habían perdido el miedo a la oscuridad. Ahora recorría
asustado todas las estancias de la casa abandonada perseguido por su gran amigo
el gran halcón que se hallaba dispuesto a devorarlo.
Y de esta manera los niños
se libraron para siempre del malvado hechicero y de su gran saco captura -sonrisas
para siempre…..
Y colorin,
colorado..este cuento se ha acabado.
Mónica Zambrano. Los
wikicuentos multiculturales
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