
Oriol era el más rico terrateniente de todos los
alrededores de Barcelona. Tenía muchas riquezas acumuladas en su gran castillo
gracias a que se dedicaba al comercio de diferentes materiales para la
construcción y a la fabricación de juguetes.
Gracias a su gran ingenio y perseverancia disponía de una
gran fortuna que era admirada por muchos de los comerciantes y empresarios de
toda Cataluña.

No compartía sus bienes con ninguna otra persona, ni tan
siquiera con sus familiares más cercanos. Era tal su tacañería que ni siquiera
por Navidades era capaz de ofrecer limosna ni alguno de los juguetes que
fabricaba al orfanato que estaba situado cerca de donde él tenía su gran
castillo.


Cada año partía de viaje para conocer más el mundo y se
enorgullecía cuando comprobaba que no existía nadie en ningún otro país que
tuviera más riqueza que él.
Siempre intentaba alardear delante de los demás del
dinero y la prosperidad económica que tenía y no dudaba en demostrar el poder
que tenía humillando al personal que trabajaba para él o que se encargaba de la
custodia y limpieza de su gran castillo.
Oriol siempre iba solo, acompañado por un séquito de
caballeros que le escoltaban y que vigilaban atentamente que Oriol no sufriera
ningún accidente o que pudiera ser asediado por algún indigente o pobre que se
pudiera encontrar en su camino.
Un día mientras paseaba con su caballo Fito por sus
tierras vigilando y controlando la producción de los diferentes materiales que
se utilizaban para la construcción de juguetes , se le apareció de repente un
caballero vestido de negro que parecía pertenecer a una extraña casa real.

-
Hola Oriol- dijo el caballero.
-
¿Como osais dirigiros a mí en ese tono, no sabéis quién
soy yo? – dijo Oriol muy enfadado.

-
Y así es. ¿O acaso lo dudáis, caballero escolta de tu
querido Rey?- dijo Oriol. Perdona ¿de qué tierra venís?- preguntó asombrado
Oriol.
-
Yo provengo de las montañas sagradas , a unos 200 kilómetros
de aquí. Mi rey tiene allí su castillo y
quiere conocerte porque considera que sus riquezas son superiores a las tuyas y
no le hace ninguna gracia que alguien vaya dándose alardes de algo que no es
cierto- inquirió el caballero vestido de negro.
-
Pero eso no puede ser. Realmente yo soy el más rico y dispongo de muchos bienes materiales. Estoy
seguro que las riquezas de tu famoso Rey no pueden igualarse a las mías-
contestó muy enfadado.

Y dicho esto el
caballero negro se marchó muy rápidamente dejando sorprendido a Oriol que a
partir de ese momento comenzó a darle vueltas a lo que el caballero le había
dicho.
-
¿Será realmente cierto?- pensaba para sí mismo el
caballero Oriol. Será posible que exista en el mundo alguien más poderoso y con más bienes materiales que yo.- continuaba
meditando Oriol.


Cuando llegó al comienzo de las montañas Sagradas comenzó
a sentirse algo fatigado y somnoliento. Pensó que se debía a largo trayecto que
había hecho durante esos días, así que decidió parar a descansar y comer algo
antes de iniciar el ascenso por las grandes montañas sagradas.
Cuando se dispuso a descansar comenzaron a sucederse
sucesos extraños. De repente las montañas comenzaron a cambiar de color y
diversos sonidos en forma de Eco comenzaron a resonar en sus oídos. En seguida
Oriol comenzó a tener diferentes visiones de personas que se le aparecían y le
susurraban cosas extrañas al oído. Comenzó a sentir que la tierra vibraba bajo
sus pies y una tormenta de viento y hielo comenzó a desplomarse sobre su
cabeza. El caballo de Oriol, al ver la tormenta que se avecinaba, huyó aterrado
dejando a su amo desprovisto de alimentos, bebida y de transporte.

Oriol se vio solo ante la inmensidad de un bosque plagado
de extrañas sombras y ruidos y partió corriendo en la búsqueda de algún lugar
donde poder descansar y refugiarse de la tormenta.
En un extremo de la montaña le pareció ver la entrada de
una gruta y decidió pasar allí la noche.


A Oriol le pareció estar volviéndose loco y pensó que lo
mejor sería dar marcha atrás y volver a su castillo, pero el camino de vuelta
parecía haberse borrado por completo y le fue imposible encontrar el camino de
vuelta.
Oriol perdió la cuenta de cuantos días estuvo andando
hasta encontrarse con dos caballeros a los que se acercó para solicitarle
alguna ayuda. Llevaba varios días sin comer ni beber y necesitaba urgentemente
algo con lo que poder alimentarse.

Los dos caballeros lo miraron sorprendidos y pensaron que
se trataba de un mendigo loco y que seguramente les estaba pidiendo limosna. Así
que decidieron darle algo de comida por compasión y siguieron su camino
cabalgando tranquilos en dirección al monasterio.
Oriol recogió del suelo la comida que los caballeros le
habían ofrecido y decidió seguir a pie el camino que los dos caballeros habían
tomado.
Pero para desgracia suya el camino se había borrado y la
lluvia volvió de nuevo a caer sobre las montañas sagradas.
El desespero de Oriol era inmenso y era incapaz de
recorrer unos metros sin que las montañas cambiasen de posición y sin que los
susurros extraños dejaran de resonar en sus oídos.
Día tras día los esfuerzos de Oriol por salir de las
montañas eran en balde, ya que cada vez que intentaba hallar el camino, parecía
estar más perdido entre los matorrales y árboles de las montañas sagradas.
Llegó un momento que
Oriol ya no tuvo más fuerzas para seguir caminando y se resignó a
quedarse varado en una zona del bosque esperando que alguien se le apareciese y
poder pedirle algo de limosna o alguna cosa para comer ese día.
Oriol acabó por ceder ante la inmensidad de las montañas
y como si de un mendigo se tratase, se acostumbró a pedir limosna como podía, a
todo aquel que se cruzaba en su camino.

Un día de repente se le apareció una pequeña niña negra
que parecía haberse perdido por la montaña. La pequeña se le acercó y
sigilosamente le preguntó:
-
Me llamo Oriol- dijo Oriol. Pero de su boca solo salían
ruidos horrendos y sin sentido que eran imposibles de descifrar.
-
Ah. Veo que no puedes hablar. ¿Vives aquí?- continuó la
niña. Yo vivo en el orfanato cerca del castillo de Pedralbes. ¿ Lo conoces?.
Había venido con mi padrino el fraile Jonás a visitar el monasterio que se
encuentra en lo alto de las montañas y no sé cómo me he perdido- dijo la niña.¿
Podrías ayudarme a hallar el camino?.

Oriol a base de gestos
le explicó a la niña que no era capaz de encontrar el camino, que unas extrañas
voces resonaban en su interior y que las montañas le cerraban continuamente el
paso. La niña no pareció entenderlo y muy calmada y serena se sentó al lado de
Oriol y se durmió en seguida.
Oriol no descansó
aquella noche preocupado por la niña. Pensaba que quizás tendría frio o que
necesitaría algo para comer al día siguiente. Así que decidió salir en busca de
alimento y algo con lo que abrigar a la niña mientras encontrara el camino de
vuelta a casa o alguno de sus compañeros notara su ausencia y fueran en su
búsqueda.
Oriol se pasó toda la
noche buscando por los alrededores algunos frutos y semillas para podérselos
ofrecer a la niña. Rogó poder encontrar algún ropaje perdido en el bosque de algún caballero o
extranjero que lo hubiera dejado olvidado en el camino.

Pero cuando Oriol
llegó al refugió comprobó que la niña había desaparecido .Oriol en aquel
momento se asustó porque pensó que le había ocurrido algo malo pero más tarde
pudo comprobar que la niña había dejado en su lugar una pequeña vela blanca con
una anotación grabada en la cera que ponía: “ Tibidabo”.( yo te daré)
En aquel momento
Oriol recogió la vela y se quedó más tranquilo pensando que posiblemente
alguien había partido en búsqueda de la niña y que la había encontrado en su
refugio.


Cuando Oriol encendió
la vela pudo comprobar sorprendido que la llama de la vela no se apagaba,
permanecía encendida a pesar de la lluvia de la tormenta. De repente Oriol dejó
de percibir los sonidos extraños en su interior y las montañas se abrieron dejándole
paso a través de los árboles formando un camino.
Oriol asombrado
continuó por el camino ahora iluminado por la luz de la vela.
En seguida Oriol se
adentró por el camino que le indicaba la luz de la vela y llegó por fin al gran
monasterio de piedra labrado en las montañas sagradas.
Una vez allí lo
primero que hizo fue dirigirse al centro del monasterio, dar la gracias por haber podido encontrar el
camino y cuando fue a dejar la velita junto al resto de velas que estaban
expuestas en el altar como señal de adoración, pudo comprobar que la imagen que
se mostraba en lo alto de él, era la de una virgen negra con un niño en sus
brazos.

Cuando dejó la velita
en señal de adoración a la virgen en el altar se dirigió al interior del
monasterio para preguntar al fraile Jonás por el estado de la niña huérfana.

-
Pero Oriol ¿ eres
tú?Me parece imposible casi haberte reconocido- dijo el fraile.¿ Pero estás
vivo?. Todos creíamos que habías muerto- dijo el fraile.
-
Hola padre- dijo Oriol.
En aquel momento Oriol se dio cuenta que había vuelto a
recuperar su voz y que ahora podía comunicarse de nuevo normalmente.

-
Sí , estoy vivo- dijo Oriol. ¿ Cuánto tiempo llevo
vagando por las montañas? – le preguntó al fraile.
-
Pues hace dos años que desapareciste sin dejar rastro.
Solo pudimos encontrar tu caballo. Todos pensábamos que habías fallecido.- dijo
el fraile.
-
Bueno, pues me he salvado de milagro- dijo Oriol . Quería
preguntarte si habéis encontrado a la pequeña niña negra de vuestro orfanato en
el bosque- preguntó ansiosamente Oriol.
-
Perdona Oriol. ¿ de qué niña negra me estás hablando?.
Ninguno de nuestros huérfanos se ha extraviado en las montañas- dijo el fraile
muy convencido. Creo que necesitas descansar y alimentarte. Ven conmigo. Mañana
te conseguiremos un caballo y podrás regresar a tu hogar- dijo el fraile.

Al día siguiente partió
hacia su hogar .Cuando llegó todo el pueblo se quedó sorprendido viendo
el estado en el que se encontraba y a pesar
de que conocían la maldad de Oriol , se alegraron porque estuviera vivo.
Cuando Oriol llegó a su palacio pudo comprobar que aún
disponía de sus tierras y de sus bienes que permanecían imperecederos y
estáticos esperando su regreso.


Y cuenta la leyenda también que se cree que Oriol entró a
formar parte de los sacerdotes de la
congregación del monasterio que se encontraba en las montañas sagradas y que
nunca más regresó a su palacio de Pedralbes.

Mónica Zambrano. Los Wikicuentos multiculturales.
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